lunes, 25 de mayo de 2009

sábado, 23 de mayo de 2009

La inversión en analfabetos

La inversión en analfabetos (*)

por Carlos del Frade
ANC-UTPBA

Los códigos genéticos del presente. El por qué detrás de las cifras. Los planes de inversión en las distintas provincias argentinas de los últimos quince años anticipaban y denuncian esos códigos genéticos del presente.

Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Buenos Aires destinaron grandes sumas de sus presupuestos en la construcción de cárceles.

A estos grandes estados provinciales hay que sumar la decisión del estado nacional. Una ecuación simple y letal: más cárceles, menos escuelas.

Más bestialidad institucionalizada, menos libertad.

Más encierro, menos educación.

Principios de la partida doble existencial impulsados por los planes políticos en los principales estados de la República Argentina.

No hay inversión neutral, ni tampoco desinversión neutral.

El dinero apostado a la represión tendrá un resultado.

El dinero invisible para la educación producirá conflictos docentes y pibas y pibes que no sepan leer ni escribir, sumar ni restar, como tampoco tendrán un sentido colectivo del cual enamorarse y que les devuelva algo cuando pronuncian o piensan en la palabra futuro.

El Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución Penal del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, acaba de informar que el analfabetismo "en los institutos de menores llega a casi el 70 por ciento".

Siete de cada diez pibes encerrados en los institutos de "rehabilitación" no completaron el nivel primario de educación.

Consecuencia de aquellas decisiones políticas de poner dinero para levantar ladrillos y barrotes, consecuencia de aquellos presupuestos ausentes en fomentar el bullicio de las aulas y la felicidad y la libertad de la educación.

No hay casualidades.

El presente es hijo directo de aquellos proyectos económicos y políticos de los últimos años.

Según María Isabel Ribet, titular de la Modalidad de Educación en Contextos de Encierro del Ministerio de Educación, "el 30 por ciento de los 14.203 presos que están en 200 cárceles argentinas son analfabetos, cifra que trepa al 70 por ciento en las regiones del NOA y NEA".

Más de la mitad de las 80 mil personas alojadas en cárceles, institutos de menores y centros de atención de adictos -el 70% de las cuales tiene entre 18 y 35 años- "llegó a la situación de encierro sin haber desarrollado un oficio o profesión".

-Es común que en algunas cárceles permitan a los condenados y no a los procesados concurrir a clase, y que limiten el beneficio a los que tienen buen comportamiento... Esa decisión es tremenda. La educación es un derecho universal contemplado por ley, más allá de las transgresiones o la condición procesal de las personas -sostuvo Ribet.

Encerrados y analfabetos, distintos sectores sociales crecen en la Argentina crepuscular del tercer milenio como consecuencia directa de decisiones políticas que privatizan el futuro para los que son menos y democratizan la angustia para los que son más (ANC-UTPBA).

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miércoles, 20 de mayo de 2009

Las enseñanzas del Caballero de la Armadura Oxidada capítulo 7

Séptima prueba: La Cima de la Verdad

El símbolo de la ascensión a la montaña como lugar sagrado
Éste símbolo ha existido en todas las culturas. Lograr ese ascenso implica superar una dificultad y un esfuerzo.
Los místicos han vivenciado la subida como un proceso doloroso pero necesario para purgarse de los apegos que son la causa del sufrimiento.
La cima de la montaña simboliza la Verdad. Es el lugar más elevado donde la Fuente se revelará al Caballero y éste se unirá a Ella después de haber pasado por un proceso de purificación que le habrá ido liberando de las armaduras.

No podrá conocer lo desconocido si se aferra a lo conocido
El Caballero trata de alcanzar la cima de la montaña agarrándose con los dedos con los dedos ensangrentados a las afiladas rocas de la pared vertical.
Estando ya cerca de alcanzar la cima se encuentra con un enorme canto rodado que bloquea su camino y en el que ve la siguiente inscripción: "Aunque este Universo poseo, nada poseo, pues no puedo conocer lo desconocido si me aferro a lo conocido".
El significado de la inscripción hace mención a los obstáculos de su vida representados por el cuádruple aferramiento a lo conocido: cosas "conocidas", identidad, creencias y juicios, que son lo que le impide el acceso al Conocimiento.
La interpretación de la primera parte de la inscripción es que el Universo está dentro de él, por lo tanto lo posee. En otro plano de entendimiento podemos decir que, estando hecho el Universo con el Hálito de la Fuente, todo le pertenece a Ella y todo regresa a Ella. Por lo tanto, nada posee el Caballero.
La segunda parte de la inscripción significa que para conocer lo desconocido tendrá que desaferrarse de los condicionamientos, creencias y acciones erróneas.

Tendrá que confiar en la Fuente
El Yo verdadero le dice que tiene que confiar en "la vida, la fuerza, el universo, Dios, como quieras llamarlo".
Dios es aquello que no se puede nombrar, de nombrarlo no sería el verdadero Dios. Se le conoce por sus atributos, se le denomina el Originador del Universo, el Viviente, el Verdadero, entre otros nombres. No es alcanzable por medio de la razón, sino a través de la intuición del corazón.
El temor a desasirse de las rocas significa en el plano psicológico desprenderse de las resistencias psicológicas que le impiden profundizar en lo verdadero y soltar lo falso.
Entonces el Caballero se desprendió de las rocas y cayó al abismo, a las profundidades de sus recuerdos. Este descendimiento significa una regresión a las profundidades del inconsciente y aceptar lo que es.

Asumiendo responsablemente las acciones de su vida coronará la cima de la montaña.
En lugar de responsabilizarse de sus propias acciones y pensamientos, había proyectado en los demás sus problemas. Había culpado a sus padres, a sus profesores a su mujer y a su hijo y a sus amigos de todo cuanto de malo le había sucedido. Según caía al vacío se fue desprendiendo de todo aquello que había lanzado contra ellos. Entonces comprendió que no tenía que juzgar ni excusarse, al mismo tiempo que aceptaba su responsabilidad de sí mismo. Cuanto más descendía al océano de sus recuerdos, más descendía lo mental al nivel del corazón intuitivo.
Fue entonces, cuando experimentó una nueva sensación de poder y libertad y dejó de sentir miedo. "Le sobrevino una desconocida sensación del calma y algo muy extraño le sucedió: ¡empezó a caer hacia arriba!..." Significa que al descender el Caballero al abismo del falso yo y reconocerle, puede ascender a los cielos de su Yo verdadero, pues ya nada le ata en la morada de los infiernos.

Los sentidos y lo sentimientos se despertaron aún más en él
Al elevarse el corazón por encima de su mente, pudo contemplar la Naturaleza tal cómo era.
Antes de ponerse la armadura, el sistema sensorial estaba abierto para percibir y sentir la existencia, pero el temor a lo desconocido le había provisto de una actitud física y mental de entumecimiento de los sentidos.
Al revivificar los sentidos, se sintió arrebatado por una sobrecogedora sensación de bienestar y percibió un extraño mareo a causa del desbordamiento de la percepción de los sentidos, al ver, oír y sentir el Universo que le envolvía en todo un despliegue de belleza y majestad.
En esa experiencia de ensanchamiento del corazón se producirá la total redención del Caballero. Siente agradecimiento hacia los demás y promete no volver a ponerse la armadura y no volver a desempeñar el papel de caballero.
Su corazón rebosaba amor por sí mismo, por su esposa, por su hijo, por su maestro Merlín, por sus compañeros de viaje, Ardilla y Rebeca, por la vida y por todo el maravilloso mundo que la Fuente le había permitido conocer.
Se puso de rodillas y de sus ojos surgieron lágrimas de gratitud pues había conseguido el objetivo de su viaje: conocerse y amarse.
"Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, por su barba y por su peto. Como provenían de su corazón, estaban extraordinariamente calientes, de manera que no tardaron en derretir lo que quedaba de su armadura".


Se transfigura en un ser luminoso
Se ha hecho luminoso, irradiando una luz que salía de su corazón, siendo más sutil y mucho más brillante y hermosa que la de su pulida armadura que provenía del brillo de sus máscaras que tanta admiración habían causado, pero que ocultaban la luz del corazón.
Esa luz que emana de él deslumbraba, destellaba y resplandecía más que el sol, el arroyo y la luna. El deslumbrar del sol es un símbolo de la luz de la Fuente y de la luz del Yo verdadero; el destello del agua simboliza la luz de la renovación espiritual; y el resplandor de la luna, al ánima.
Se había integrado con la Naturaleza porque sabía que estaba hecho de los mismos elementos (agua, tierra, fuego y aire). Además, participaba del destello del arroyo, del resplandor de la luna y del deslumbrante sol porque la luz del Caballero también tiene esas bellas cualidades de la Fuente. Conocía que todo en la Creación estaba hecho con el hálito amoroso de la Fuente.

Se une al principio que es amor
Por eso, ahora el Caballero era el arroyo, era la luna y era el sol, todo a la vez e incluso más, porque había reconocido que la Naturaleza estaba hecha del mismo hálito vivificador que él, y poseía la comprensión de los significados de las cosas.
Este es el estado de máxima aproximación y de unión en la Fuente, pues ya no es que posea el Universo, como sentía cuando se encontraba de pie en la cima de la montaña, sino que es uno con el Universo.
Al comienzo del viaje el Caballero buscaba un Sendero por el que transitar para alcanzar el conocimiento de sí mismo y amarse. Para ello había pasado por los estados de la noche oscura del temor y por la anchura del espíritu, pero la Fuente le sacó al final del viaje de ambos estados para que no fuera de ninguna otra cosa sino de Ella. El yo falso ha desparecido, el Yo verdadero se ha hecho presente y luminoso, el Caballero sólo contempla la inmensidad de la Luz.
Era amor, porque éste es el principio con que había sido creado, por desbordamiento de amor del Creador, quien le había permitido conocer los secretos del amor fluyendo continuamente de Él en toda su plenitud.
Comenzó la aventura al reconocer la ausencia del amor en él, y sintiéndose nostálgico y con un anhelo profundo por su recuerdo emprendió un viaje que ahora llegaba a su fin. El libro concluye con "el Principio", porque la primera manifestación de la Fuente fue el amor. El Caballero se había unido en amor a la Fuente y había cumplido el eterno retorno de sí mismo, la vuelta al Principio y Éste es Amor.


7 claves para meditar
1. ¿Cómo es tu ascensión a la montaña?
2. ¿A qué te aferras?, ¿Temes abandonarte?
3. ¿Qué te quita la libertad y te impide ser feliz?
4. ¿En qué tienes confianza?
5. ¿Asumes tu propia responsabilidad?
6. ¿Tienes capacidad para ver la Naturaleza con los ojos del corazón?
7. ¿Qué grado de unión tienes con la Fuente?
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Velasco Montes C., Enseñanzas Del Caballero de la Armadura Oxidada, 2003, Obelisco, Barcelona, ISBN: 9788477208594.

lunes, 18 de mayo de 2009

El caballero de la armadura oxidada capítulo 7

LA CIMA DE LA VERDAD

Centímetro a centímetro, palmo a palmo, el caballero escaló, con los dedos ensangrentados por tener que aferrarse a las afiladas rocas. Cuando ya casi había llegado a la cima, se encontró con un canto rodado que bloqueaba su camino. Como siempre, había una inscripción sobre él: aunque este Universo poseo, nada poseo, pues no puedo conocer lo desconocido si me aferro a lo conocido.
El caballero se sentía demasiado exhausto para superar el último obstáculo. Parecía imposible descifrar la inscripción y estar colgado de la pared de la montaña al mismo tiempo, pero sabía que debía intentarlo.
Ardilla y Rebeca se sintieron tentadas de ayudarle, pero se contuvieron, pues sabían que a veces la ayuda puede debilitar a un ser humano.
El caballero inspiró profundamente, lo que le aclaró un poco la mente. Leyó la última parte de la inscripción en voz alta: “Pues no puedo conocer lo desconocido si me aferro a lo conocido”.
El caballero reflexionó sobre algunas de las cosas “conocidas” a las que se había aferrado durante toda su vida. Estaba su identidad - quién creía que era y que no era - Estaban sus creencias - aquello que él pensaba que era verdad y lo que consideraba falso - Y estaban sus juicios - las cosas que tenía por buenas y aquellas que consideraba malas.
El caballero observó la roca y un pensamiento terrible cruzó por su mente: también conocía la roca a la cual se aferraba para seguir con vida. ¿Quería decir la inscripción que debía soltarse y dejarse caer al abismo de lo desconocido?
- Lo has cogido caballero, - dijo Sam - Tienes que soltarte.
- ¿Qué intentas hacer, matarnos a los dos? Gritó el caballero.
- De hecho, ya estamos muriendo ahora mismo - dijo Sam - Mírate. Estás tan delgado que podrías deslizarte por debajo de una puerta, y estas lleno de estrés y miedo.
- No estoy tan asustado como antes - dijo el caballero.
- En ese caso, déjate ir y confía -. Dijo Sam
- ¿Qué confíe en quién? - replicó el caballero enfadado. Estaba harto de la filosofía de Sam
- No es un quién - respondió Sam - ¡No es un quién sino un qué!
- ¿Un qué? - preguntó el caballero.
- Sí - dijo Sam - La vida, la fuerza, el universo, Dios, como quieras llamarlo.
El caballero miró por encima de su hombro y vio el abismo aparentemente infinito que había debajo de él.
- Déjate ir - le susurró Sam con urgencia.
El caballero no parecía tener alternativa. Perdía fuerza en cada segundo que pasaba y la sangre brotaba de sus dedos allí donde se aferraban a la roca. Pensando que moriría, se dejó ir y se precipitó al abismo, a la profundidad infinita de sus recuerdos.
Recordó todas las cosas de su vida de las que había culpado a su madre, a su padre, a sus profesores, a su mujer, a su hijo, a sus amigos y a todos los demás. A medida que caía en el vacío, fue desprendiéndose de todos los juicios que había hecho contra ellos.
Fue cayendo cada vez más rápidamente, vertiginosamente, mientras su mente descendía hacia su corazón. Luego, por primera vez en su vida, contempló su vida con claridad, sin juzgar y sin excusarse. En ese instante, aceptó toda la responsabilidad por su vida, por la influencia que la gente tenía sobre ella, y por los acontecimientos que le habían dado forma.
A partir de ese momento, fuera de sí mismo, nunca más culparía a nada ni a nadie de todos los errores y desgracias. El reconocimiento de que él era la causa, no el efecto, le dio una nueva sensación de poder. Ya no tenía miedo.
Le sobrevino una desconocida sensación de calma y algo muy extraño le sucedió: ¡empezó a caer hacia arriba! ¡Sí, parecía imposible, pero caía hacia arriba, surgiendo del abismo! Al mismo tiempo, se seguía sintiendo conectado con lo más profundo de él, con el centro de la Tierra. Continuó cayendo hacia arriba, sabiendo que estaba unido al cielo y la Tierra.
Repentinamente, dejó de caer y se encontró de pie en la cima de la montaña y comprendió el significado de la inscripción de la roca. Había soltado todo aquello que había temido y todo aquello que había sabido y poseído. Su voluntad de abarcar lo desconocido le había liberado. Ahora el universo era suyo, para ser experimentado y disfrutado.

El caballero permaneció en la cima, respirando profundamente y le sobrevino una sobrecogedora sensación de bienestar. Se sintió mareado por el encantamiento de ver, oír y sentir el universo que le rodeaba. Antes, el temor a lo desconocido había entumecido sus sentidos, pero ahora podía experimentar todo con una claridad sorprendente. La calidez del sol del atardecer, la melodía de la suave brisa de la montaña y la belleza de las formas y los colores de la naturaleza que pintaban el paisaje, causaron un placer indescriptible al caballero. Su corazón rebosaba de amor: por sí mismo, por Julieta y Cristóbal, por Merlín, por Ardilla y por Rebeca, por la vida y por todo el maravilloso mundo.
Rebeca y Ardilla observaron al caballero ponerse de rodillas, con lágrimas de gratitud surgiendo de sus ojos.
“Casi muero por todas las lágrimas que no derramé”, pensó. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, por su barba y por su peto. Como provenían de su corazón, estaban extraordinariamente calientes, de manera que no tardaron en derretir lo que quedaba de su armadura.
El caballero lloraba de alegría. No volvería a ponerse la armadura y cabalgar en todas direcciones nunca más. Nunca más vería la gente el brillante reflejo del acero, pensando que el sol estaba saliendo por el norte o poniéndose por el oeste.
Sonrió a través de sus lágrimas, ajeno a que una nueva y radiante luz irradiaba de él; una luz mucho más brillante y hermosa que la de su pulida armadura, una luz destellante como un arroyo, resplandeciente como la luna, deslumbrante como el sol.

PORQUE AHORA EL CABALLERO ERA EL ARROYO. ERA LA LUNA. ERA EL SOL. PODÍA SER TODAS LAS COSAS A LA VEZ, Y MÁS, PORQUE ERA UNO CON EL UNIVERSO.
ERA AMOR.

FIN
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Fisher, Robert, El Caballero de la Armadura Oxidada (12ª edición), 2002, Obelisco: Barcelona, ISBN 9788477209676

sábado, 16 de mayo de 2009

El olvidado Martín Luther King

El olvidado Martín Luther King

Mumía Abú-Jamal

El Reverendo Doctor Martín Luther King, Jr. está siendo otra vez resucitado en estos días del año, en parte porque se acerca su cumpleaños, pero también, naturalmente, por la imminente juramentación del Presidente electo Barack H. Obama -- el primer Negro en la historia de los Estados Unidos de ser así honrado.

Como casi siempre pasa, el Reverendo King que hoy es presentado se parece muy poco al hombre real, lleno de vida, que respiraba, crecía y que se encuentra detrás del nombre.

Como todo hombre, él tuvo sus altos y sus bajos, sus miedos y sus dudas, sus inspiraciones y sus revelaciones. Su discurso en Washington (conocido como, "Yo Sueño que un Día") no fue ni su mejor discurso, ni el más profundo, pero, como todos los predicadores Negros que son buenos oradores, él puso en ese discurso lo mejor de sí.

El Doctor King, como muchos líderes muy ocupados, tenía otros que le escribían algunos de sus discursos, y uno de ellos fue Vincent Harding, hoy teólogo e historiador. Harding contribuyó al extraordinario discurso que el Doctor King pronunció en la Iglesia Riverside, de la ciudad de Nueva York, pronunciado precisamente un año antes de su asesinato. En ese discurso el Doctor King denunció la Guerra de Viet-Nam, que marcó su ruptura con el presidente norteamericano, Lyndon B. Johnson, con las corporaciones de los medios de comunicación y con muchos de sus más cercanos aliados en la Conferencia de Líderes Cristianos del Sur, (Southern Christian Leadership Conference , SCLC.)

El Pesidente Johnson se sintió traicionado por el Doctor King, y los medios de comunicación cambiaron de elogios a ridículo. En su libro, Martín Luther King: El Héroe Inoportuno (Martin Luther King: The Inconvenient Hero, New York, Orbis, 1996), Harding cita la página editorial del Washington Post que ataca a King, quien, "ha disminuído su utilidad a su causa, a su país y a su pueblo" debido a su discurso contra la Guerra de Viet-Nam, a la que los vietnamitas llamaban, "La Guerra Norteamericana".

Pero, las traiciones no lo detuvieron, ni lo desalentaron los malos editoriales. En verdad, la violencia de la guerra lo radicalizó profundamente, tanto así que el diría después, "lo perverso del capitalismo es tan real como son perversos el militarismo y el racismo." (Harding, 101).

Piense en esto: capitalismo, militarismo y racismo -- son perversos.

¿Cuándo es la última vez que Usted ha escuchado éso?

El Reverendo Doctor Martin Luther King, Jr. estaba siendo radicalizado por los agitados acontecimientos que pasaban alrededor suyo -- y, un año antes de su muerte, él estaba tanto contra la guerra como contra el capitalismo.

Pregúntese Usted, si el Dr. King estuviera vivo hoy, con sus opiniones, ¿podría ser elegido presidente?

Y si no, ¿porqué no?

¿Qué dice eso del sistema político de la nación?


Traducción libre del inglés enviado
por Fatirah, litestar@aol.com , hecha en
REFUGIO DEL RIO GRANDE, Texas, EE.UU
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miércoles, 13 de mayo de 2009

Las enseñanzas del Caballero de la Armadura Oxidada capítulo 6

Sexta prueba: El Castillo de la Voluntad y la Osadía

¿Qué significa la victoria sobre el dragón?
Simboliza la muerte del yo falso y el renacimiento del Yo verdadero.
El simbolismo que Robert Fisher da al dragón coincide con el significado que se le ha dado siempre en Occidente. Representa al ego y a las fuerzas del mal. El héroe tiene que matar al dragón para rescatar a la damisela cautiva que simboliza al ánima. La diferencia aquí está en que al someter al dragón el Caballero rescata aspectos muy concretos del Yo verdadero como la voluntad, la osadía, el coraje y el conocimiento de sí mismo.
Vencerá a su dragón interior y lo someterá, pero no lo matará en el sentido de acabar para siempre con él. Integrará las dos fuerzas, la del bien - el Yo verdadero - y la del mal - el yo falso - para transcenderlas uniéndose a la Fuente.

Es un castillo de muy difícil acceso
El Caballero, Ardilla y Rebeca emprenden sin demora la andadura por el Sendero de la Verdad y se encuentran con el Castillo de la Voluntad y la Osadía que es el más alto de todos.
Los tres cruzan el puente levadizo. El puente representa la Voluntad de Poder de pasar al otro lado, es decir al campo de batalla. En la confrontación está la superación de sí mismo y el encuentro con su Yo verdadero.

Había tenido una preparación en las anteriores seis pruebas
Para poder confrontarse ahora con el dragón.
Del interior del castillo aparece un "enorme y amenazador dragón, cubierto de relucientes escamas verdes". Echaba grandes llamaradas de fuego por la boca, ante lo cual el Caballero, preso de espanto, se quedó paralizado. Significa en lo simbólico que desde el castillo interior del Caballero aparece el ego y se manifiesta como una bestia.
Aunque estaba habituado a ver muchos dragones, ninguno era como éste. Debió de causarle un gran temor al ver que no sólo echaba llamas por la boca, sino también por los ojos y los oídos.
Significa que la boca, los ojos y los oídos son tres aberturas de comunicación con el exterior, tres sentidos con los cuales el Caballero había tenido serios problemas.
El fuego es el gran agente de transformación. Quemará las cosas superfluas sin que el Caballero perezca en él.
El Caballero tiembla de miedo ante tan enorme bestia. No comprende por qué aparece este dragón si Merlín le dijo que no encontraría dragones en el Sendero de la Verdad. Pero el que se le aparece ahora no es como los que había matado hasta entonces.

Primera confrontación con el dragón
El Caballero dejó de temblar y con una voz lo más fuerte y potente que pudo, pidió ayuda a Merlín, que tampoco ahora apareció.
El dragón intenta amedrentar al Caballero, y éste trata de ganar tiempo preguntándole por la función que tiene en el Castillo de la Voluntad y la Osadía. La bestia dice llamarse Dragón del Miedo y la Duda, reconociendo el Caballero lo acertado del nombre, pues miedo y duda era lo que sentía su yo experimentador. La voluntad y la osadía, que son sus opuestos, es lo que tendrá que rescatar de dentro de sí mismo para vencer al miedo y la duda.
Ardilla le dice algo que escuchó de Merlín una vez: "que el conocimiento de uno mismo podía matar al Dragón del Miedo y de la Duda", pero el Caballero no lo cree, se bate en retirada y cruza el puente levadizo, dirigiéndose al campo de la cobardía.
El Yo verdadero se manifiesta cada vez con mayor fuerza en el Caballero dándole más templanza. Nuestro héroe recuerda que no necesitaba probar nada.
Segunda confrontación.
El Caballero miró a través del puente y vio al monstruo lanzando fuego sobre unos arbustos, para no perder práctica, pero descubre algo muy importante: que "el dragón solo existía si él creía que existía". El dragón y el yo falso son una ilusión, y cuanto más los alimente y les dé realidad, más poder ejercerán sobre él.
Con un grito de temor y angustia el Caballero vuelve a batirse en retirada chamuscado y dolorido hacia el puente levadizo, mientras el dragón sintiéndose con más poder se ríe de él, que había salido huyendo para remojar su trasero en un pequeño arroyo. Significa que el ímpetu del yo falso puede arremeter con tanta intensidad y locura con sus pasiones que puede quemar la voluntad y el cuerpo llegando a producir dolor. Por eso busca el agua fresca del arroyo, que es lo opuesto del fuego y que en un plano psicológico significa la purificación del fuego de las pasiones.

Tercera y última confrontación
El Caballero inspiró profundamente y volvió a cruzar el puente levadizo. Por primera vez se menciona en el libro una práctica respiratoria. Serán dos veces más las que se haga referencia a esa técnica y comienza justamente al principio de la tercera confrontación con el dragón, es decir, con su ego. A la tercera será la vencida.
El dragón seguía tratando de quemar al Caballero, pero por mucho que lo intentaba, no conseguía hacerle arder. Eso significa que el yo falso crece haciéndose muy destructivo, pero no llega a quemar totalmente con las pasiones del miedo y la duda cuando se ha restaurado la voluntad y la osadía.
Avanza con tanta determinación hacia el dragón que éste va haciéndose cada vez más pequeño. Las tornas cambian al ganar terreno y crecerse el Caballero, porque no siente miedo y por lo tanto, el dragón va disminuyendo de tamaño hasta llegar al de una rana. En lo simbólico encarna el momento en que el Caballero acepta que tiene el poder del conocimiento y lo utiliza. Es así como cambia de un estado a otro al vencer al yo falso y transformarse en el Yo verdadero, que se simboliza en su victoria frente al dragón.

Al no poder lanzar fuego, el dragón lanza las Semillas de la Duda que tampoco detienen al Caballero. Significa que el yo falso le pone una prueba y le cuestiona si ha extinguido realmente el miedo y la duda en él.
El Caballero exclamó victorioso en un grito de júbilo: "¡He vencido!"
Es la primera vez que el héroe se siente plenamente victorioso. Ha logrado superar la lucha contra el dragón y le ha dejado sin poder lanzar llamaradas y rugidos.
El dragón se queda casi sin habla pero le dice que regresará una y otra vez para cerrarle el camino de la verdad. El Caballero le reta con una potente voz diciéndole que cada vez que regrese será más fuerte que él, pues conoce mejor sus artimañas y sus debilidades y ha recuperado el Yo verdadero.
El Caballero alarga su brazo para abrir la puerta y, para su sorpresa, se encuentra con que el Castillo de la Voluntad y la Osadía habían desaparecido. Ya no tenía razón de existir, porque el Caballero había rescatado esas cualidades de su castillo interior, que ahora se manifiestan en toda su belleza y majestad.
"El Caballero echó la cabeza atrás, riendo de pura alegría" Es la primera vez que el Caballero ríe de ese modo y se encuentra en un estado de euforizante expansión. Con ese ánimo vio la cima de la montaña. "El sendero parecía aún más empinado que antes, pero no le importaba". Es así, porque le queda la última y definitiva prueba en la que la confrontación será aún mayor.

7 claves para meditar
1. ¿Cuál es uno de los nombres de tu dragón interior?
2. ¿Cómo te enfrentas con el dragón?
3. ¿Cómo es tu valentía y coraje de guerrero/a?
4. ¿Puedes hacer una lista de tus miedos?
5. ¿Pones a prueba el conocimiento de ti mismo?
6. ¿Dudas y te bates fácilmente en retirada?
7. ¿Das realidad a lo que es mera ilusión?
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Velasco Montes C., Enseñanzas Del Caballero de la Armadura Oxidada, 2003, Obelisco, Barcelona, ISBN: 9788477208594.

lunes, 11 de mayo de 2009

El caballero de la armadura oxidada capítulo 6

EL CASTILLO DE LA VOLUNTAD Y LA OSADÍA

Hacia el amanecer del día siguiente, el inverosímil trío llegó al último castillo. Era más alto que los otros y sus muros parecían más gruesos. Confiado de que atravesaría velozmente este castillo, el caballero cruzó el puente levadizo con los animales.
Cuando estaban a medio camino se abrió de golpe la puerta del castillo y un enorme y amenazador dragón, cubierto de relucientes escamas verdes, surgió de su interior, echando fuego por la boca. Espantado, el caballero se paró en seco.
Había visto muchos dragones, pero éste no se parecía a ninguno. Era enorme, y las llamas salían no sólo de su boca, como sucedía con cualquier dragón común y corriente, sino también de sus ojos y oídos. Y, por si eso fuera poco, las llamas eran azules, lo cual quería decir que este dragón tenía un alto contenido de butano.
El caballero buscó su espada, pero su mano no encontró nada. Comenzó a temblar. Con una voz débil e irreconocible, el caballero pidió ayuda a Merlín, más, para su desesperación, el mago no apareció.
- ¿Por qué no viene? - preguntó ansiosamente, al tiempo que esquivaba una llamarada azul del monstruo.
- No lo sé - replicó Ardilla - Normalmente se puede contar con él.
Rebeca, sentada sobre el hombre del caballero, ladeó la cabeza y escuchó con atención.
- Por lo que he podido captar, Merlín está en París, asistiendo a una conferencia sobre magos.
“No me puede abandonar ahora”, se dijo el caballero. “Me prometió que no habría dragones en el Sendero de la Verdad”
- Se refería a dragones comunes y corrientes - rugió el monstruo con una voz que hizo temblar los árboles y que por poco hizo caer a Rebeca del hombro del caballero.
La situación parecía seria. Un dragón que podía leer las mentes era definitivamente lo peor que se podía esperar pero, de alguna manera, el caballero logró dejar de temblar. Con la voz más fuerte y potente que pudo, gritó:
- ¡Fuera de mi camino, bombona de butano gigante!
La bestia bufó, lanzando fuego en todas direcciones.
- Caramba, ¡qué atrevido el gatito asustado!
El caballero, que no sabía que más hacer, intentó ganar tiempo.
- ¿Qué haces en el Castillo de la voluntad y la Osadía? - preguntó.
- ¿Hay algún sitio mejor donde yo pueda vivir? - Soy el Dragón del Miedo y la Duda.
El caballero reconoció que el nombre era muy acertado. Miedo y duda era exactamente lo que sentía.
El dragón volvió a vociferar:
- Estoy aquí para acabar con todos los listillos que piensan que pueden derrotar a cualquiera simplemente porque han pasado por el Castillo del Conocimiento.
Rebeca susurró al oído del caballero:
- Merlín dijo una vez que el conocimiento de uno mismo podía matar al Dragón del Miedo y la Duda.
- ¿Y tú lo crees? - susurró al caballero.
- Sí - afirmó Rebeca con firmeza.
- ¡Pues, entonces, encárgate tú de ese lanzallamas verde! - El caballero dio media vuelta y cruzó el puente levadizo corriendo, en retirada.
- ¡Jo, jo, jo! - rió el dragón, y con su último “jo” por poco quema los pantalones del caballero.
- ¿Os retiráis después de haber llegado tan lejos? - preguntó Ardilla, mientras el caballero se sacudía las chispas de la espalda.
- No lo sé - replicó él - He llegado a habituarme a ciertos lujos, como vivir.
San intervino.
- ¿Cómo te soportas si no tienes la voluntad y la osadía de poner a prueba el conocimiento que tienes de ti mismo?
- ¿Tú también crees que el conocimiento de uno mismo puede matar al Dragón del Miedo y la Duda? - preguntó el caballero.
- Por supuesto. El conocimiento de uno mismo es la verdad y ya sabes lo que dicen: “la verdad es más poderosa que la espada”.
- Ya sé que eso es lo que se dice, pero ¿hay alguien que lo haya probado y haya sobrevivido? - preguntó sutilmente el caballero.
Tan pronto como acabó de pronunciar estas palabras, el caballero recordó que no necesitaba probar nada. Era bueno, generoso y amoroso. Por lo tanto, no debía sentir ni miedo ni dudas. El dragón no era más que una ilusión.

El caballero dirigió la mirada a través del puente hacia donde se encontraba el monstruo lanzando fuego hacia unos arbustos, por lo visto para no perder la práctica. Con el pensamiento en la mente de que el dragón sólo existía si él creía que existía, el caballero inspiró profundamente y, con lentitud, volvió a atravesar el puente levadizo.
El dragón, por supuesto, fue a su encuentro, bufando y echando fuego. Esta vez, sin embargo, el caballero siguió adelante. Pero el coraje del caballero no tardó en comenzar a derretirse, al igual que su barba, con el calor de las llamaradas del dragón. Con un grito de temor y angustia, dio media vuelta y salió corriendo.
El dragón dejó escapar una poderosa carcajada y disparó un chorro de fuego contra el caballero en retirada. Con un aullido de dolor, el caballero atravesó el puente como una bala, con Rebeca y Ardilla tras él. Al divisar un pequeño arroyo, sumergió rápidamente su chamuscado trasero en el agua fresca, sofocando las llamas en el acto.
Ardilla y Rebeca intentaban consolarlo desde la orilla.
- Habéis sido muy valiente - dijo Ardilla.
- No está mal por tratarse del primer intento - añadió Rebeca.
Sorprendido, el caballero la miró desde donde estaba.
- ¿Cómo que el primer intento?
Ardilla le respondió con toda naturalidad:
- Tendréis más suerte la segunda vez
El caballero respondió enfadado:
- Tú irás la segunda vez.
- Recordad que el dragón es sólo una ilusión - dijo Rebeca.
- ¿Y el fuego que sale de su boca? ¿Eso también es una ilusión?
- En efecto - respondió Rebeca - el fuego también era una ilusión.
- Entonces, ¿cómo es que estoy sentado en este arroyo con el trasero quemado? - exigió el caballero.
- Porque vos mismo hicisteis que el fuego fuera real, le dais el poder de quemar vuestro trasero o cualquier otra cosa - dijo Ardilla.
- Tienes razón - corroboró Sam - Debes regresar y enfrentarte al dragón de una vez por todas.
El caballero se sintió acorralado. Eran tres contra uno. O, mejor dicho, dos y medio contra uno; la mitad Sam del caballero estaba de acuerdo con Ardilla y Rebeca, mientras que la otra mitad quería permanecer en el arroyo.
Mientras el caballero luchaba contra un coraje que flaqueaba, oyó a Sam decir:
- Dios le dio coraje al hombre. El hombre da coraje a Dios.
- Estoy harto de intentar comprender el significado de las cosas. Prefiero quedarme sentado en el arroyo y descansar.
- Mira - lo animó Sam - si te enfrentas al dragón, hay una posibilidad de que lo elimines, pero si no te enfrentas a él, es seguro que él te destruirá.
- Las decisiones son fáciles cuando sólo hay una alternativa - dijo el caballero. Se puso en pie de mala gana, inspiró profundamente y cruzó el puente levadizo una vez más.
El dragón le miró incrédulo. Era un tipo verdaderamente terco.
- ¿Otra vez? - bufó - Bueno, esta vez sí que te pienso quemar.
Pero esta vez el caballero que marchaba hacia el dragón era otro; uno que cantaba una y otra vez: “el miedo y la duda son ilusiones”.
El dragón lanzó gigantescas llamaradas contra el caballero una y otra vez pero, por más que lo intentaba, no lograba hacerlo arder.
A medida que el caballero se iba acercando, el dragón se iba haciendo cada vez más pequeño, hasta que alcanzó el tamaño de una rana. Una vez extinguida su llama, el dragón comenzó a lanzar semillas. Estas semillas - las Semillas de la Duda - tampoco lograron detener al caballero. El dragón se iba haciendo aún más pequeño a medida que continuaba avanzando con determinación.
- ¡He vencido! - exclamó el caballero victorioso.
El dragón apenas podía hablar.
- Quizás esta vez, pero regresaré una y otra vez para bloquear tu camino.
Dicho esto, desapareció con una explosión de humo azul.
- Regresa siempre que quieras - le gritó el caballero - Cada vez que lo hagas, yo seré más fuerte y tú más débil.
Rebeca voló y aterrizó en el hombro del caballero.
- Lo veis, yo tenía razón. El conocimiento de uno mismo puede matar al Dragón del Miedo y la Duda.

- Si realmente creías que era sí, ¿por qué no me acompañaste cuando me acerqué al dragón? - preguntó el caballero, que ya no se sentía inferior a su amiga emplumada.
Rebeca mulló sus plumas.
- No quería interferir. Era vuestro viaje.
Divertido, el caballero estiró el brazo para abrir la puerta del castillo, pero ¡el Castillo de la Voluntad y la Osadía habían desaparecido!
Sam le explicó:
- No tienes que aprender sobre la voluntad y la osadía porque acabas de demostrar que ya la posees.
El caballero echó la cabeza hacia atrás, riendo de pura alegría. Podía ver la cima de la montaña. El sendero parecía aún más empinado que antes, pero no importaba.
Sabía que ya nada le podía detener.
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Fisher, Robert, El Caballero de la Armadura Oxidada (12ª edición), 2002, Obelisco: Barcelona, ISBN 9788477209676